Wednesday, May 28, 2014

Ojos que no ven, corazón que no siente.

En el frente, por encima del pizarrón de superficie color negro, un cartel, un mandato que lee: "Guardar silencio y mantener orden, levantar la mano para preguntar"
El resto del salón, un aula, casi como cualquier otra, con sillas y tablas de escribir de la mano izquierda. Por las ventanas del lado izquierdo una luz de color rojizo anaranjado fulgurante tiñe por completo todo el lugar, por encima de ellas un cartel que dice: "Prohibido asomarse por la ventana, no distraerse"

"El infierno es un lugar aterrador" comienza diciendo el profesor de anteojos totalmente redondos y oscuros que acababa de entrar por la puerta del lado derecho y sin perder un segundo comenzó a disertar.
"Fuego abunda por doquier, no existe ojo humano que pueda alcanzar el horizonte siquiera, ya que las llamas se yerguen sin cesar, tapándole a uno la vista por completo a veces.
Los castigos mas crueles se les infunden a los que allí arriban, los mas irónicos dicen algunos también. Todo lo que uno hace en vida, le será devuelto en la eternidad, tanto sean cosas buenas en caso de ir al cielo, como cosas malas en caso de ir al infierno."

Los niños miran al profesor con profundo interés, casi sin pestañear del interés, no quieren perder ni un segundo de la clase y la oratoria.

"No existe el tiempo en el infierno, por eso cualquier lastimadura infligida en una víctima puede llegar a no curar jamás, o todo lo contrario, el tiempo no corre sino a antojo de los servidores del infierno.
Los Demonios, con mayúscula, seres terribles, algunos dicen que son humanos tan tan malos, que al llegar al infierno vendieron su alma y juraron servidumbre eterna por propia voluntad, y gracias a ello recibieron poderes a cambio, y un aspecto terrorífico. Ellos son los encargados de propiciar los terribles castigos por sobre los humanos que no se portaron adecuadamente en la tierra. Alas de murciélago, caras de rata, búhos y todo tipo de insectos, colas de serpiente y ojos de mantis con risas de hiena, los demonios poseen variadas y espeluznantes formas y colores. Una vez que un demonio descubre a su presa, esta no puede hacer nada tanto en la tierra como en el infierno para escapársele, su destino está sellado, ya que en el infierno el destino, lo deciden los demonios."

Los alumnos continúan sin perder la concentración en el frente del aula, casi como idos, como conquistados por una voz que relata historias increíbles de tierras lejanas y hasta imposibles.

"Se dice que el infierno es infinito, que no existen casas para sus habitantes, que el suelo es roca ardiente, las paredes granito congelado y el techo la ausencia de un cielo absoluto, sólo la negrura de la desesperanza pende por sobre sus cabezas.
Los gritos se escuchan de un extremo al otro del inframundo, no existen sonidos agradables en aquella tierra de desesperanza, no hay descanso tampoco para los pobres que vagan esos suelos, los oídos nunca dejan de escuchar, las narices nunca de olfatear un aroma ocre, y a quemado constante, los pies nunca dejan de raspar el suelo escarpado o las manos de apoyarse en las paredes congeladas y pegadizas, los párpados no pueden cerrarse en el infierno, no existe el parpadeo en aquel mundo, las almas que ahí culminan su vida no tienen descanso alguno, no les está permitido."

"Existe un jefe supremo en aquellas tierras, pero no todos tienen permitido pronunciar su nombre, ni siquiera muchos de sus mas fieles demonios y seguidores, él es quién lo domina todo, nadie puede desobedecerle, nadie puede sublebársele, nadie puede no escucharle, su palabra es ley, y sus leyes cambian continuamente. Su voz es trueno y rayo, sus chasquidos terremotos y su aliento huracán. Su palabra, divinidad, gloria eterna de los caídos.
El todo lo ve, sin necesitar ojos, él todo lo escucha estando en todos lados al mismo tiempo, él todo lo huele inmiscuyendo su nariz donde puede, él todo lo siente siendo el infierno su jardín de juegos. El es Dios en su tierra."

"No está permitido desobedecer en el Infierno, se cree que hasta es imposible el desobedecer, por eso nadie ha logrado jamás escapar de aquellas tierras para contar la historia. El alma ya no pertenece a aquellas personas que habitan el lugar, sino que van a manos del jefe supremo, el cual hace y deshace a placer y voluntad. Una persona no es nada si no posee un alma, el resto es pura carne animada."

Los niños siguen atentamente cada paso que su profesor da, cada palabra que expele su boca es captada con la mayor de las atenciones, nada de lo que acontece fuera les roba la atención, ni en lo más mínimo.

"No existe el sueño en el Infierno, o se podría decir que el habitar ahí es como una gran y larga pesadilla de nunca acabar, el sujeto nunca despierta de su "sueño". Los bellos recuerdos de los seres amados lentamente van desapareciendo hasta dejar lugar a un vacío oscuro y sin esperanza ni sentido en el corazón de la persona, lo cual no hace mas que doblegarlo aún mas ante las fuerzas de lo impuro y descabellado. Los demonios toman nota de todo, de cada acto impuro y vil que uno comete en vida, pero también de cada acto noble y sano, y lo vuelven satírico, irónico y lo convierten en una fuente de sufrimiento. Niños, como ustedes por ejemplo, que en vida hubiéranse portado mal en el salón de clases o que no hubieren hecho la tarea como correspondía, ahora estarían encadenados a sus sillas teniendo que oír clase tras clase sin parar, una tras otra, hasta que sus oídos sangrasen o sus ojos llorasen del dolor. Y lo que es mas, niños aplicados en la escuela tal vez podrían sufrir el mismo porvenir, para convertirles sus placeres en vida, en tormentos en el infierno. Los demonios toman nota de todo, y son especialistas en tortura."

"Ahora ya saben niños, están prevenidos, no deben portarse mal, porque el menor acto de frialdad o desprecio hacia el otro, puede y va a ser captado por los seres que yacen en las sombras del mundo"

Y un niño levantando la mano previamente pregunta" ¿Profesor, pero cómo sabe usted todo esto, si nadie logró escapar para contarlo?"

Y el profesor no dejando ver la lágrima que le cae por su ojo, detrás de su anteojo, los mira con mucha simpatía y lástima al notar que los alumnos en ningún momento de la disertación pestañearon siquiera, que obedecieron las reglas al pie de la letra sin siquiera desviar la mirada un segundo para ver fuera de la ventana aquel mar de fuego interminable que se extendía sin dejar ver el horizonte. Sin importarles los terremotos, huracanes, los rayos y los truenos que arreciaban por fuera de aquel salón de perdición.

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